domingo, 15 de junio de 2014

Daredevil, el hombre con miedo, el paulatino regreso a la oscuridad.

Articulo publicado originalmente en Zona Negativa.

Nos vamos acercando cada vez más al final del volumen III USA del personaje con este tomo que recopila los Daredevil USA vol III 22 al 30. Con ese final en el horizonte, parece que el tono de la colección cada vez se va oscureciendo más. Con Daredevil de por medio parece inevitable.

Desde que Frank Miller marcara a fuego su sello en el personaje, la antaño naturaleza optimista de Daredevil había quedado atrás y salvo momentos muy puntuales (la reivindicable etapa de Karl Kesel a los guiones con Cary Nord a los lápices) apenas si se había separado de ese camino. Sin embargo en los últimos años la cosa había ido demasiado lejos. En su excelente y definitoria etapa Brian Michael Bendis y Alex Maleev habían puesto al personaje contra las cuerdas haciendo pública su identidad. Ed Brubaker (que nunca entendió al personaje) y Michael Lark lo habían transformado en alguien irreconocible y dejado en una situación de difícil resolución pero de infinitas posibilidades, ni más menos que como líder de La Mano. Fue Andy Diggle el que acompañado por dibujantes como Roberto de la Torre o Billy Tan permitió al personaje salir del pozo y dejarlo en cierta manera limpio para un cambio de enfoque. Despreciando eso si todo lo que el nuevo estatus del personaje podía dar de si. Con todo, parecía claro que Daredevil llevaba demasiado tiempo viviendo en la oscuridad. Cada vez era más evidente que había llegado la hora de dejar entrar de nuevo la luz.

Con este enfoque el prestigioso guionista Mark Waid inicio un nuevo volumen de la colección del hombre sin miedo. Con los inmejorables lápices de Paolo Rivera y Marcos Martín, que dotaron a la serie de un empaque visual sin apenas parangón en el mainstream actual, el Daredevil de Waid, sin renunciar al eminente carácter urbano del personaje, contó desde un principio con un tono más marcadamente superheróico, frente al noir predominante en los últimos años. Este tono y esa fuerza visual convenció a la critica, lo que se reflejo en los múltiples y prestigiosos premios ganados por la colección. Sin embargo y siendo sinceros el Daredevil de Waid, era en sus primeros números un tebeo sin duda bien escrito y entretenido, un tebeo cuya lectura se tornaba en algo tan agradable...como decididamente olvidable. Si no fuera por su belleza visual, por la arriesgada (para el mainstream) concepción de página de Martin o Rivera, la colección apenas si destacaría por algo. Waid, entiende al personaje y su enorme fuerza de voluntad (no estamos ante el pusilánime que mostró Brubaker), pero sus guiones carecían de toda fuerza dramática. Cómics entretenidos, primorosamente dibujado pero a años luz de las mejores etapas del cuernecitos. Al menos hasta ahora.

Y es que en el último tomo publicado en España por Panini, Daredevil: El hombre con miedo, la cosa empieza a cambiar de manera lenta pero segura. Ya sea porque Chris Samee, aunque un excelente artista, no tiene el nivel ni de Martín ni de Rivera, lo que obliga al guionista a ir más allá, ya que ahora la mediocridad de sus guiones no quedara tapada por al fuerza visual del cómic. Ya sea porque Waid es cada vez más consciente de que, aunque es cierto que Daredevil necesitaba un cambio de rumbo, no lo es menos que la esencia del personaje es la que es y el drama, la oscuridad, han de estar presentes antes o después si realmente quiere dejar huella en la strip; lo cierto es que este tomo supone un cambio bastante claro en las hasta ahora poco trascendentes andanzas del Daredevil de Waid. Sin renunciar al estilo más superheróico, especialidad del guionista , el tono dramático sube en esta historia varios decibelios.

Decíamos antes que Samee, era peor dibujante que Rivera o Martin y la afirmación resulta tal vez, un tanto injusta, ya que potenciado por la excelente labor en el color de Javier Rodriguez (el cual dibuja con enorme acierto dos de los episodios contenidos en el tomo) su factura visual, claramente influencia por David Mazzuchelli no solo resulta perfecta para la colección si no que muestra un dominio de la narrativa a la altura de los más grandes. Sin embargo ni su composición de página, clásica y eficaz, ni su visualización de aspectos como el radar son tan poderosos como lo eran en las manos de Rivera y sobre todo de Martín. Pese a todo resulta innegable que desde un punto de vista artístico Daredevil esta en buenas manos (como lleva estándolo muchos años) con una pareja llamada a figurar entre las más relevantes de la historia del personaje.

A nivel argumental, el tomo esta estructurado entorno a dos facetas bien diferenciadas que terminaran inexorablemente por cruzarse y podrán a prueba el calado moral del personaje. Por un lado, el aspecto más personal, tal vez el punto fuerte del tomo y donde Waid demuestra lo bien que comprende al personaje. Foggy recibirá una terrible noticia. Victima de una devastadora enfermedad frente a la que su amigo del alma se verá impotente. Waid no cae en sensiblerías baratas, pero si sabe tratar con delicadeza un drama humano por desgracia demasiado real. Poniendo por encima de todo la relación existente entre Matt y Foggy, por primera vez en mucho tiempo ahora será Matt quien habrá de apoyar a su amigo, el que habrá de darle fuerzas ante una situación muy difícil intentado hacerle reír y olvidarse, aunque solo sea unos segundos, de una jugada cruel del destino ante la que solo queda luchar y confiar en la medicina. Un papel que desde tiempos inmemoriales había asumido Foggy con respecto a Matt, y que ahora este asume no sin dificultados, pero si con plena entereza. Destaca en este aspecto una situación en concreto, no son más que una pocas páginas, pero demuestra el talento de Waid para conjugar la vertiente más superheróica (los poderes de Matt) con la mas humana (la situación de Foggy). En un momento dado Matt, rodeado de los olores del hospital y de los derivados del tratamiento que recibe Foggy (potenciados al máximo por sus supersentidos), apenas si puede aguantar el vomito, sin embargo sabe que su amigo lo necesita, sabe que él siempre estuvo cuando lo necesito, no va a dejarle solo, no va a rendirse, ni va a caer en el fango de la autocompasión. Sin duda Brubaker debería tomar nota para aprender quien es y como se comporta Daredevil.

La segunda faceta en la que los números contenidos en el tomo centra su atención es, no podía ser de otra forma, la más puramente superheroica.. Bajo este punto de vista asistiremos a los maquiavelicos planes de un misterioso enemigo dispuesto a destrozar la vida de nuestro héroe una vez más. La identidad de este enemigo, una de las sorpresas del tomo, y una más de las genialidades de Waid, sera una de las claves de la historia, pero ni mucho menos la única. Por un lado recuperamos a una de las mejores aportaciones de Brubaker a la mitológica del personaje (a ver si se recupera también a Dakota North), Lady Bullseye y por otro asistimos a la creación de un nuevo villano: Ikari. Un personaje con un diseño fantástico (a medido camino entre un ninja de La Mano y el traje clásico de Daredevil) que tendrá los mismos poderes que nuestro héroe pero digamos...mejorados y que sin duda tiene mucho que decir en el futuro y más visto ese combate, maravillosamente coreografiado por Samee que centra el número 25 USA. Esta trama permitirá ahondar en los orígenes del cuernecitos, en como funcionan realmente sus poderes y en que le hacer ser especial, en contraste con alguien que tiene sus mismas ventajas pero potenciadas, Daredevil deberá dar un paso adelante. La forma de actuar de Daredevil, entroncara en cierta medida con el discurso de Morrsion en El Retorno de Bruce de Wayne. Si allí el genio escoces dejaba claro que Batman no se hizo solo, que tanto en sus orígenes, como ahora, necesitaba la ayuda de sus amigos y aliados, aquí Waid (amigo personal del guionista de Los Invisibles) retoma la idea con Daredevil. Sus aliados, sus amigos sin poderes no tiene porque quedar desprotegidos cuando por fin se decida a actuar contra la misteriosa amenaza que le acosa casi desde el principio de la colección.

Esta actitud más decida, casi proactiva por momentos, será sin duda una de las cosas que más se agradecen de un tomo, que tras tanta intensidad finaliza con una simpática historia que retoma el tono más desenfadado de los primeros números de esta etapa. Una historia que también ahonda en el pasado del personaje, en concreto en aquel matón que en la infancia de Matt le puso el mote de Daredevil y que ahora regresa a su vida solo para demostrale que las cosas siempre tienen dos puntos de vista, y que los recuerdos pueden ser muchas veces muy traicioneros. Una historia que ademas responde a las dudas de, de donde sacan esas grandes organizaciones terroristas estilo Hydra, su carne de cañón. Algo que de nuevo enlaza con Morrison y con aquel mítico episodio de Los Invisibles narrado desde el punto de vista de uno de esos personajes. Queda para el final un número cuando menos extraño en el que el encuentro más aparentemente imposible se hace realidad: Silver Surfer y Daredevil colaboran para enfrentarse con una amenaza galáctica cuando menos...curiosa que permite ver a Daredevil pilotando la tabla de Estela en una doble plancha espectacular del dúo Samee/Rodriguez. Este extraño encuentro ahonda en otra de las intenciones que Waid ha mostrado desde que se hizo cargo de la colección: una mayor imbricación de Daredevil en el Universo Marvel. Esto enlaza con lo que Chichester hizo en los 90, solo que Waid con mayor talento que aquel, sabe utilizarlo con mayor interés. Así, si por las páginas de la colección hemos visto pasar al Capitán América, a la Gata Negra (¡¡con eróticos resultados!!) e incluso hemos tenido un crossover entre Daredevil, Punisher y Spiderman. En este tomo Superior Spiderman o Hank Pyn tendrán también un papel relevante.

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